
Día 25: El Amor perdona
Este desafío es difícil… quizás el más difícil de todos.
Pese a esto, si quieres que tu matrimonio tenga esperanza, es necesario tomarlo con absoluta seriedad.
El perdón no solo debe considerarse, sino que hay que ponerlo en práctica en forma deliberada. Sin perdón, no habrá un matrimonio exitoso.
Jesús pintó una imagen viva del perdón en Su parábola del siervo desagradecido. Describió a un hombre que debía una suma impresionante de dinero, y se sorprendió cuando su amo canceló su deuda por completo. Sin embargo, una vez que lo liberaron de esta gran carga, el siervo fue a ver a otro hombre que le debía una suma mucho menor y, sin misericordia, lo arrojó a la cárcel por no pagar. Cuando el amo se enteró de esta falta de perdón, confrontó al siervo y restauró la deuda original.
La falta de perdón te encierra en una cárcel. Al mirar a tu alrededor desde donde estás, puedes visualizar varias celdas. Allí ves personas que te hirieron cuando eras pequeño. Ves a los que alguna vez fueron tus amigos, pero que en algún momento de la vida te trataron injustamente. Quizás veas a tus padres, tal vez a algún hermano u otro miembro de la familia. Aun tu cónyuge está encerrado allí cerca, atrapado con los demás en esta cárcel de tu imaginación.
Como verás, esta prisión es una habitación de tu propio corazón. Estas personas te hirieron demasiado. Sabían que lo hacían y, sin embargo, lo hicieron… incluso tu cónyuge, la persona en la que más deberías confiar. Cuando intentas escapar, descubres algo alarmante: no hay salida. Estás atrapado adentro con los demás presos. Tu falta de perdón, tu enojo y tu amargura te han transformado en prisionero también. Ahora, tu libertada depende de tu perdón.
En general, llegar a esta conclusión lleva un tiempo. Ves que perdonar supone toda clase de peligros y riesgos, porque sientes que lo que estas personas hicieron estuvo realmente mal, lo admitan o no. Quizás ni siquiera estén arrepentidos. Tal vez sientan que sus acciones estaban perfectamente justificadas, e incluso lleguen a culparte a ti.
Sin embargo, el perdón no absuelve a nadie de la culpa. Simplemente, te libera de tener que preocuparte de su castigo. Cuando perdonas a alguien, no lo declaras inocente. Ya no se trata de ganar o perder. Se trata de ser libre. De dejarlo de lado. De ofrecer la misma misericordia que te fue dada.
Por eso, a menudo escuchas que las personas que han perdonado de verdad dicen: “Me he quitado un peso de encima”. Sí, exactamente eso. Es como una bocanada de aire refrescante que entra en tu corazón. La fría oscuridad de la prisión se inunda de luz y frescura. Te sientes en paz. Te sientes libre.
¿Pero cómo lo logras? Le entregas al Señor tu enojo y la responsabilidad de juzgar y castigar a esta persona. Tal vez sientas la necesidad de confrontar a la persona por lo que te pero el perdón tiene que producirse antes; ahora. ¿Cómo sabes que lo has hecho? Lo sabes cuando al pensar en el nombre de la persona o al ver su rostro, en lugar de hervirte la sangre, sientes lástima por ella; esperas que cambie de verdad. La amargura envenena y le quita la vitalidad a toda relación.
Así que, a fin de cuentas, el romance, la intimidad y el disfrute de tu matrimonio dependen en gran manera del compromiso mutuo de permitir que haya perdón entre ustedes, los matrimonios excelentes no están formados por personas que nunca se hieren, sino por gente que “no toma en cuenta el mal recibido”.
El desafío de hoy: Hoy mismo, perdona cualquier cosa que no le hayas perdonado a tu cónyuge. Suéltalo. Así como le pedimos a Jesús que perdone nuestras deudas cada día, debemos pedirle que nos ayude a perdonar a nuestros deudores. La falta de perdón los ha mantenido a ti y a tu cónyuge encarcelados durante mucho tiempo. Desde tu corazón, declara: “Decido perdonar”.
(extraído del libro Desafío del Amor, Kendrick)