Estableciendo Familias Saludables

En muchas ocasiones al escuchar la frase “Familias saludables” pensamos que son familias que no tienen problemas, con hijos callados y perfectos, con un matrimonio idílico y con parientes fabulosos. Esta no es una expectativa real y lejos de motivarnos nos crea frustración y desmotivación.
Es importante resaltar que las familias perfectas no existen, pero la nuestra sí puede ser una familia saludable, afectiva, feliz a nivel social, psicológico, espiritual y personal. Para ello es importante definir cuál es la clase de familia que deseo tener y qué estoy haciendo para lograrlo, pues muchas veces pasamos deseando o anhelando cosas o situaciones pero no asumimos la responsabilidad de llevarlas a cabo, de tomar la iniciativa y crear un círculo virtuoso que nos permita empezar a desarrollar en casa esas características que harán de nuestras familias, familias sanas.
La realidad es que la personalidad y el carácter de cada miembro contribuyen a la salud o enfermedad de la familia. Si todos piensan que “el otro es responsable”, entonces, nadie se hace responsable y allí empieza el caos. Pero si todos dicen “yo soy responsable por…” entonces todos contribuyen a la salud y estabilidad familiar.
Debemos estar claros que la familia no comienza con los hijos, comienza con el matrimonio por ello es importante guardar el orden correcto y las prioridades adecuadas para que todo vaya bien, viendo la relación matrimonial como un equipo, estableciendo con la pareja un acuerdo mutuo para sacar adelante el matrimonio y la familia.
Hoy que todos estamos con la “fiebre del mundial de futbol”, podemos decir que no hemos visto un equipo que invierta tiempo, energía, esfuerzo, y dedicación sólo con la meta de perder o para rendirse a mitad del partido más importante de su vida o sólo con la actitud de “vamos a jugar pero no para ganar, vamos a jugar hasta que nos cansemos y cuando nos cansemos dejemos de jugar”. De la misma forma no podemos hacerlo con nuestro matrimonio. Nuestra familia merece que “sudemos la camiseta” y hagamos de nuestra vida familiar el mejor partido de nuestra historia, conscientes que no somos iguales y que son nuestras diferencias precisamente los que nos permitirán complementarnos de manera que las fortalezas de los unos suplan las debilidades de los otros y viceversa.
En este partido familiar debemos dejar de enfrentar los problemas con frases de autocompasión, gritos y quejas como “¿Por qué a mí?”, “¡No es justo!”, “Siempre me pasa lo mismo!”. Sentirse mal o triste ante una situación es natural, el error se da cuando nos quedamos allí. Tomemos la crisis como la oportunidad de conocer cuáles son las áreas de nuestra vida personal y familiar que deben ser fortalecidas y protegidas. Fomentemos la resolución adecuada de conflictos, enfrentando las situaciones y no dándole largas que solamente provocarán que ésta se acreciente.
Fomentemos el desarrollo espiritual de la familia donde se refuercen los principios y valores que consideramos inalterables en nuestro núcleo familiar, no dejando que el materialismo o las emociones gobiernen nuestro ser. Tenemos un área espiritual que cuidar y alimentar.
Busquemos la comunicación saludable aprendiendo a escucharnos empáticamente y diciendo la verdad con amor, consideración y respeto, mostrándonos accesibles de manera que los miembros de la familia se sientan totalmente confiados y los hijos perciban que sus padres están allí para protegerlos, cuidarlos y darles dirección.
Provoquemos tiempos para compartir en familia, ya sea para disfrutar de una buena conversación, ver en casa una película o el partido, ir al cine o tomarnos un helado. Estos son tiempos “preciosos” donde se fortalece la unidad y se abren los canales de comunicación entre todos los miembros.
Reconozcamos nuestras equivocaciones y disculpémonos de manera inmediata, no permitamos que las diferencias crezcan, nos alejen y la amargura se apodere del ambiente del hogar. Por el contrario demuestre con el ejemplo la forma de enfrentar los errores y la capacidad increíble que tiene el ser humano de perdonar. De esta manera aprenderemos también a respetarnos los unos a los otros y hacer de nuestros errores una oportunidad de aprendizaje para todos los miembros.
Vivir en un entorno familiar seguro y agradable permitirá que cada miembro pueda desarrollarse y proyectarse mejor en todas las áreas de su vida. Tenemos una hermosa oportunidad en nuestras manos: ser los agentes de cambio que promuevan la unidad, la comunicación, el respeto, el buen humor y levanten generaciones familiarmente saludables.






















